Sin embargo, al momento de dormir me encontré con un terrible inconveniente: las almohadas. Parece que el hotel sólo tenía dos tipos y éstas eran una alta y otra muy bajita, ambas muy duras. Me sentía como durmiendo en una piedra, en medio del desierto.
En ese momento recordé que en algunos hoteles ofrecen un menú de almohadas, el cual prácticamente garantiza la comodidad del huésped en uno de los momentos cruciales del día. Este tipo de beneficios o prestaciones realmente pueden marcar la identidad de una propiedad y obtener alta recordación en el top of mind del cliente.
Para la muestra un botón. Un hotel en Colombia ofrece un kit de descanso, al cual se suman los vidrios anti ruido y los diseños romboides de los edredones, lo cual sirve para que el cuerpo supuestamente se acople mejor a la cama al momento de dormir. Yo he disfrutado dos de las tres amenidades mencionadas y de verdad que me he quedado con ganas de más. Así que vale la pena pensarlo.
Ya al terminar esta editorial me acordé de algo. Recientemente leí que la felicidad sí es posible comprarla. Parece que la felicidad se asocia a experiencias, más que a artículos materiales. En otras palabras, la felicidad si se compra con dinero, pero depende de cómo se invierta este. ¿No será que podemos darle al vuelta a la teoría pensando que sí podemos fidelizar al cliente mediante la oferta de experiencias de descanso inolvidables?
Un hospitalario saludo.
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