Luis Di Giorgio, gerente general del Hotel Albatros, Argentina
por Marcela Ledesma
Tras superar una serie de dificultades, hace cinco años Luis di Giorgio asumió la gerencia general del Hotel Albatros, en Ushuaia. No se trata sólo de un puesto, la historia del establecimiento es parte de su vida y él se ha convertido en la imagen pública de un proyecto que lo enorgullece.
Bajo su conducción, el hotel festeja su 40 aniversario con una posición excelente en los mercados a los que sirve y perspectivas inmejorables de llegar a otros nuevos.
A los 37 años, Di Giorgio participó también de la apertura y puesta en funcionamiento de otros dos hoteles exitosos en Ushuaia, la ciudad que lo deslumbró cuando él era un joven en busca de su destino.
Un maestro fuera de la academia
Ascensorista, portero, maletero en el City Hotel de Buenos Aires –Hoy NH- fueron los primeros pasos de un adolescente de 17 años en el mundo de la hotelería. Luego vino el servicio militar obligatorio y por fin dos meses de vacaciones antes de que se acabara su permiso y volviera a su puesto. Mochila al hombro y en compañía de un amigo, decidió hacer una recorrida por la Patagonia. Aquel viaje le cambió la vida a Luis Di Giorgio, gerente general del hotel Albatros.
Ahí, frente al canal Beagle, o quizás en la bahía de Lapataia, donde tan rotundamente se percibe la inmensidad del silencio, el joven se imaginó un destino y sintió que el sitio para empezar a construirlo era esa ciudad que crecía tímidamente en los faldeos de la cordillera de los Andes, casi donde termina el mundo.
El primer lugar adonde se presentó para buscar trabajo fue el hotel Albatros y a las 48 horas de haber llegado tenía un puesto de recepcionista nocturno. Desde esa posición bastante aislada se interesó por todos los aspectos del trabajo, empezó a ir fuera de sus horarios para ver cómo era el movimiento diurno de la recepción y cuando se presentó una vacante pasó al turno de la tarde. Peldaño tras peldaño fue ascendiendo hasta su puesto actual, aunque no todo resultó tan lineal.
“No tengo formación académica, todo lo aprendí trabajando; pasé por todos los puestos, observando mucho y atento siempre a lo que necesita la gente de un lado y otro del mostrador”, cuenta Luis, mientras recrea su historia de vida, en uno de los salones del hotel. “Tuve un gran referente, Juan Kratzmaier, que fue gerente general durante varias temporadas” continúa y agrega que el vínculo trascendió lo laboral: Kratzmaier, que está retirado y vive en Bariloche, se convirtió en un maestro del que no sólo tomó sus conocimientos de la industria de la hospitalidad, sino también códigos de vida y principios éticos.
Unos huyen y otros se quedan
Ubicado frente al puerto de Ushuaia, sobre la avenida costanera, el Albatros es un símbolo de la ciudad. Fue construido por el gobierno de Tierra del Fuego como parte de un plan para fomentar el desarrollo turístico de una provincia que 40 años atrás apenas vislumbraba su potencial. Durante mucho tiempo fue el edificio más importante, centro de la vida social de Ushuaia.
En 1991 la concesión pasó a manos de la Sociedad Hotelera Sudamericana, que a fines de ese año encaró la construcción del Hotel del Glaciar. Luis Di Giorgio, por entonces jefe de recepción en el Albatros, participó activamente del proyecto desde sus inicios y fue convocado para hacerse cargo de la apertura de la nueva propiedad, como gerente de recepción. Con 123 habitaciones, tres salones de convenciones, confitería, restaurante, un casino que se incorporó unos meses después, el hotel marcó otro hito para Ushuaia. En 1993, sin haber cumplido aún los 24 años, pasó a ser gerente de recepción y encargado de las reservas de los dos establecimientos.
Cuando la Sociedad Sudamericana vendió la concesión del Albatros, kratzmaier se fue y Luis se ocupó de un nuevo emprendimiento: la apertura y puesta en marcha del hotel Los Ñires, de 4 estrellas. Mientras continuaba su trayectoria fuera del Albatros, veía como éste entraba en una profunda crisis que culminó con la huida de la empresa concesionaria, tras estafar al Estado provincial y dejar a los empleados librados a su suerte. Al cabo de dos años, se llamó a una nueva licitación por seis meses, con el objetivo de reabrir el hotel y ponerlo en funcionamiento para entregarlo saneado a una nueva concesión por 10 años. Ganó un consorcio formado por los propietarios de los hoteles Cap Polonio, Los Ñires, Hostal del Bosque y la empresa de turismo receptivo Rumbo Sur, bajo el nombre de Albatros S.A., que empezó a trabajar desde el primer día con la aspiración de quedarse con el manejo del hotel durante los diez años.
Renaciendo de las cenizas
Luis Di Giorgio dejó su cargo de gerente en Los Ñires, un hotel en pleno funcionamiento, nuevo, que no le ofrecía conflicto, para tomar una gerencia temporaria en un hotel abandonado y cerrado, con el personal instalado dentro. “Yo era la única persona que conocía a la mayoría de la gente ya que había trabajado más de 8 años con ellos y tenía buen diálogo con todos. Desde el principio tuve claro que la única manera de hacer algo era con la gente, en un trabajo de equipo, pero que al mismo tiempo tuviera perfectamente definida su verticalidad, con responsables por cada área. No obstante, pasé situaciones difíciles. Los empleados habían sido muy maltratados y guardaban un gran resquemor. Además yo volvía como gerente general después de haberme ido como un compañero más y muchos me conocían desde que era recepcionista. Sin embargo, tenía confianza, porque había puesto como condición que si se ganaba la nueva licitación, me quedaba en el puesto” rememora cinco años después de esos acontecimientos.
Se hizo una inversión muy importante para renovar totalmente las instalaciones y se incorporaron nuevos servicios como el del business center, un gimnasio y un spa. Gracias a un paciente trabajo con los operadores y agencias de viajes, se logró reinstalarlo como un referente para el turismo de alto nivel que llega a la ciudad. Hay dos desafíos pendientes: aprovechar el particular atractivo de los centros de esquí con las nevadas más prolongadas del Hemisferio sur para atraer mayor cantidad de visitantes latinoamericanos, especialmente brasileños, amantes incondicionales de la Patagonia argentina. El segundo, aprovechar los meses de temporada baja, de abril a junio, para incentivar el turismo cultural alrededor de los dos eventos que la ciudad organiza desde hace varias temporadas: El Festival de Música Clásica y la Bienal del Fin del Mundo. “Si pudimos reposicionar el hotel como lo hicimos, después de superar situaciones tan duras, todo lo demás es posible”, dice convencido Luis Di Giorgio, que sabe de desafíos.
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